6.1 Basta de realidad, queremos una utopía / Enough of reality, we want a utopia
El porqué Perú no podía ir a un mundial de fútbol por 32 años era solo una evidencia de su sociedad estancada. Como colectividad avanzábamos quebrados, sin dirección: terrorismo, corrupción, dictaduras, dejaban huella en todos los rincones y el futbol era un reflejo más de ello. La colectividad no funcionaba, la autoestima no era suficiente, la habilidad fallaba en los momentos claves; éramos un país perdedor y conformista, festejabamos los empates como triunfos, y nos quedamos con las esperanzas siempre truncadas.
El 2013, cuando Perú no pudo clasificar al mundial 2014, me pregunté qué es lo que hacía falta y qué reglamentos debíamos de conocer y cumplir. Es así como pensé en el D10S; ese ídolo que incluso gozaba de una religión y una iglesia con su nombre -iglesia Maradoniana- y que, en su palabra, sudor, mirada, alma construía las bases para el héroe que su pueblo requería y adoraba.
Había que buscar la utopía para encontrar la gesta. Llegar a la palabra de Diego Armando Maradona y confiar en su sabiduría absoluta.
Con la camiseta del Perú puesta decidí emprender una peregrinación hacia su barrio en Buenos Aires. Había que tener fe en el destino, en lo fortuito, en el milagro. Sonreí al verlo, y me acerqué con la humildad de un creyente fervoroso. Le pedí que me diera la fórmula para la clasificación al mundial, y con un marcador inscribió 10 mandamientos en una pelota.
Estos mandamientos me dieron fe, porque estaba claro que eran mandamientos que no solo se podrían aplicar al éxito del fútbol, sino que hablaban de nuestra sociedad y de la vida misma.
Contento regresé al Perú con la fórmula en manos. Traía la pelota cuidadosamente protegida por una custodia religiosa -no podía ser de otra forma- y convoqué a un equipo de fútbol para que pudieran subir a diferentes cerros y escribieran en gran dimensión estos diez mandamientos. Las prescripciones del D10S podían leerse desde gran parte de la ciudad. Perú es un país fervientemente creyente y el fútbol, al ser una manifestación popular, también debía de responder a la fe y al milagro.
Perú, para el siguiente mundial -como siempre- no hizo los puntos suficientes en la cancha. La decepción reinaba en los hombros del pueblo, pero esta vez ocurrió algo inédito. Lo que no sucedía en la cancha sucedió esta vez en la mesa. Una mano divina movía los puntos de algunos equipos e impulsaba la posición de Perú en la tabla. El botón de la fe se apretó al máximo y el milagro terminó consumándose. Después de 36 años, Perú clasificaba al mundial en repechaje y rumores incluso decían que el remezón del festejo del país fue tan grande que el Instituto geofísico del Perú registraba un movimiento en la tierra parecido a un temblor.
Maradona. Los grandes ídolos surgen de la irracionalidad de su pueblo, y en esa irracionalidad se encuentra la fe, el milagro, la pasión.
Fotos: © Morfi Jimenez, © Jaime Chavez, © Gianine Tabja, © Andrei Livschitz, © Huanchaco.
The reason why Peru could not go to a World Cup for 32 years was simply evidence of its stagnant society. As a collective, we were moving forward fractured, without direction: terrorism, corruption, and dictatorships left their mark in every angle, and football was just another example of this. The collectivity was not working, self-esteem was not enough, and ability failed at crucial moments; we were a losing and conformist country; we celebrated draws as triumphs, and our hopes were constantly frustrated.
In 2013, when Peru failed to qualify for the 2014 World Cup, I asked myself what was missing and which rules we should understand and comply with follow. In 2013, when Peru failed to qualify for the 2014 World Cup, I asked myself what was missing and which rules we should understand and follow. That is how I thought of D10S; that idol who even had a religion and a church with his name - Maradonian Church - and who, in his voice, sweat, look, and soul, built the foundations for the hero that Argentinians needed and worshiped.
We had to look for the utopia to find the heroic deed. To reach the voice of Diego Armando Maradona and trust in his absolute wisdom.
With my Peruvian T-shirt on, I decided to make a pilgrimage to his Buenos Aires neighborhood. It was necessary to have faith in destiny, in the fortuitous, in the miraculous. I smiled when I saw him and approached him with the humility of a sincere devotee. I begged him to provide me with the formula for qualifying for the World Cup, and with a marker, he inscribed 10 Commandments on a football.
These commandments gave me faith because it was clear that they were commandments that could be not only applied to the success of football but also to our society and life itself.
I was glad to return to Peru with the formula in my hands. I brought the ball carefully protected by religious custody - it could not be otherwise - and I called a football team so that they could climb different mountains and write these ten commandments in large dimensions. The prescriptions of D10S could be read from different parts of the city. Peru is a fervently faithful country, and football, because it is a popular event, must also be a response to faith and a miracle.
For the next World Cup, as always, Peru didn't achieve enough points on the pitch. Disappointment reigned on the shoulders of the people. This time something unprecedented happened, though. This time, what was not happening on the pitch was happening at the negotiation table. A divine hand moved the points for some teams and boosted Peru's position in the qualifying table. The button of faith was pressed to the maximum, and the miracle was consummated. After 36 years, Peru qualified for the World Cup in the play-offs, and rumors even had it that the country's wild celebrations were so intense that the Peruvian Geophysical Institute recorded a quake-like movement in the earth.
Maradona. The great idols arise from the irrationality of their people, and in that irrationality lies faith, miracle, and passion.
Photos: © Morfi Jimenez, © Jaime Chavez, © Gianine Tabja, © Andrei Livschitz, © Huanchaco.